De Concéntrico y los gestos que despiertan lo urbano
Instalaciones, afectos y pequeñas arquitecturas que reformulan lo cotidiano
Una sauna en una rotonda, un bosque de farolas o un muro de sarmientos. Una plaza concéntrica para dialogar, un pabellón en construcción o una mesa para compartir.
No es un verso ni una postal, es Logroño en junio. Es Concéntrico.
Un festival donde la arquitectura deja de ser objeto para convertirse en activación urbana.
La arquitectura efímera es, en realidad, una forma de pensamiento lento. Cada año, cuando Concéntrico, el festival de Arquitectura dirigido por Javier Peña, convierte la ciudad de Logroño en un laboratorio urbano a escala 1:1, no solo se ensayan nuevas arquitecturas, se ensayan otras formas de estar, de vivir la ciudad, de ocupar, de cuidar, de poner en valor, de compartir lo público. De caminar la ciudad como quien recorre la idea.
Porque aquí, cada año, plazas, glorietas y vacíos urbanos se activan mediante intervenciones temporales que trabajan desde la escucha y el contexto. Propuestas que exploran nuevas formas de apropiación ciudadana, que ensayan usos alternativos del espacio público y abren procesos de codiseño simbólico entre arquitectura, territorio y comunidad.
Concéntrico 2025 ha vuelto a demostrar que la escala no es lo importante. Que se puede hablar de ciudad desde lo mínimo, desde lo efímero, desde lo que dura apenas unos días pero queda en la forma en que miramos después.
Este año, el festival ha llegado a su undécima edición con una energía sostenida por lo local y lo internacional, lo técnico y lo simbólico, lo urgente y lo poético. Con más de veinte instalaciones y exposiciones repartidas por espacios que van desde lugares emblemáticos de la ciudad a rincones olvidados, Concéntrico 2025 ha vuelto a demostrar que la arquitectura puede actuar con delicadeza, sin renunciar a su capacidad transformadora.
Mi recorrido empezó entre viñas. En Bodegas LAN, patrocinadores históricos del festival, donde JMBAD han instalado una estructura mínima que dialoga con el paisaje, el calor y el ritmo pausado de la propia crianza del vino. No es una arquitectura de impacto, sino de atmósfera. Un umbral sensorial antes de entrar en la ciudad. Un espacio que invita a trabajar con las manos, a conectar con la tierra.
De ahí, el viaje siguió hacia las más de veinte instalaciones que no buscan hacerse visibles, pero que resultan inolvidables. Cada una de ellas propone diferentes formas de intervenir lo público desde tres ejes temáticos —agua, alimentación y paisaje urbano—, pero también desde una convicción común: que la arquitectura puede ser una conversación sensible entre lo técnico, lo social y lo simbólico.
En la Plaza del Ayuntamiento, Bayona Studio nos sorprende con 111 Farolas, una constelación de luminarias obsoletas sostenidas por andamios y apoyados en zapatos y zapatillas de amigos y conocidos. Una operación de reciclaje técnico convertida en acto de memoria urbana. Una instalación que además invita a formar parte de ella con los juegos, bancos y columpios.
En la glorieta de la Plaza Salón Gran Vía, Leopold Banchini Architects ha instalado Roundabout Baths, un complejo temporal de baños públicos que transforma una rotonda vehicular en espacio de descanso, vapor y cuidado colectivo. Entramos con calor, salimos sin vergüenza. Saltamos al agua y nos quedamos más tiempo del que esperábamos. Así de literal, así de generosa puede ser la arquitectura.
En la Gran Vía, h3o architects despliega ¡Tod@s a la mesa!, treinta metros de encuentro sin jerarquías. Una mesa, fabricada por Benito Urban, que serpentea por la calle como quien la redibuja desde el afecto. Una mesa que invita a la fiesta, a compartir, a disfrutar. La esencia del festival.
En el Centro de Cultura del Rioja, Cities Connection Project presenta CCP7 - Arquitecturas en transición, una exposición nómada que conecta estudios jóvenes de tres países europeos. Una red de ideas construida con marcos de madera y proyectos compartidos.
Y el recorrido sigue, porque en Concéntrico la ciudad no se observa, se atraviesa. Descubriendo, jugando, reflexionando, reaprendiendo a mirar.
En el Mercado de Abastos, Zyva Studio despliega The Boxing Dinner: una mesa circular elevada que mezcla ágora, jaula y comedor. Arquitectura performativa para pensar en la cocina, el conflicto y los afectos.
En el patio del Colegio de Arquitectos de La Rioja, Nami Nami Studio propone Criaturas Silvestres, un paisaje de juego libre hecho con tierra, ramas, piedras y cuerda. Sin función asignada. Sin edad límite. Solo materia disponible y una atmósfera para imaginar.
En la Plazuela Alfonso de Salazar, ACTE Studio levanta una Caseta de obra con materiales de segunda vida: madera, termoarcilla, textiles reciclados. Funciona como taller, como archivo y como manifiesto construido de una arquitectura circular en constante transformación.
En la Plaza del Revellín, Lemonot + O-SH construyen Ser Miento con haces de viña: una sombra curva y porosa que se enreda con la historia agrícola de la región.
Rodeando la glorieta del monumento a Espartero, Monumental Splash de SalazarSequeroMedina transforma la fuente en una piscina urbana abierta al público. Una estructura concéntrica en azul, construida con andamios y madera, que propone una instalación refrescante, festiva y climáticamente urgente.
Y el recorrido sigue: baja al río para encontrarse con la línea discontinua de Andreia García + Diogo Aguilar Studio en el Parque del Ebro, o se detiene frente al tapete de corcho desplegado por MVRDV frente a la Biblioteca de La Rioja. Cada pieza activa una relación: con el lugar, con el clima, con el cuerpo, con la historia. Así sucede también con Herejes, de Traumnovelle, que convierte el Soto del Ebro en un espacio de crítica silenciosa; o con Un tercio de vida, de Suomi-Koivisto & IC-98, que ocupa un solar en la calle Marqués de San Nicolás para reflexionar sobre la presencia y la ausencia.
Las propuestas dialogan desde distintas escalas: el Backstage Fireplace de Sam Chermayeff se instala como un salón urbano en San Agustín, mientras que Habitar el Río, de Erazo Pugliese, transforma el embarcadero en una plataforma común de contemplación y encuentro.
Algunas invitan a jugar, como el Banco móvil de Soft Baroque; otras, a descansar y conversar, como Roothed in Warmth, de Raghad Al Ahmad, en la Plaza de la Diversidad; Crop Top, de BairBalliet; o Dormir en el heno, de Emil Ivănescu y Simina Filat, que convierte la plaza de San Bartolomé en un lugar de reposo literal y radical. Hay instalaciones pensadas para otros habitantes, como las casas para pájaros de Picos, de Chris Kabel, o Reciclar la ecología, de Abad, en la Plaza Inmaculada.
La ciudad fue también un terreno para la acción: desde La batalla del jardinero planetario, de Borneo —donde se disparan bolas de semillas autóctonas— hasta el taller participativo Diseña tu propio huerto comunitario, de Sahra Hersi, que propone volver a la tierra desde el centro urbano.
Cada intervención, cada actividad, cada estructura prolonga una conversación abierta sobre cómo queremos habitar juntas nuestras ciudades —aunque solo sea por unos días.
Lo importante no fue solo lo que vimos, sino cómo lo habitamos. Caminando, conversando, abrazando, tocando materiales, reconociendo gestos. En esta edición, la experiencia térmica —el calor que empapaba la ciudad— se convirtió en una capa más del recorrido.
Concéntrico no monumentaliza. Activa. Conecta. Abre preguntas. Y, sobre todo, pone en valor lo que la ciudad ya es, cuando la arquitectura deja espacio para que vuelva a ser habitada.
Antes de despedirme, te dejo un resumen en formato reel de mi visita a Concéntrico:
Esta carta ha recorrido glorietas que ahora son baños públicos, mesas que atraviesan avenidas y farolas que se resignifican como bosque. Ha cruzado exposiciones que se doblan como archivo, viñedos convertidos en umbral, y estructuras tejidas con sombra, corcho o sarmiento.
Y en todos esos lugares —en lo público, lo cooperativo, lo recuperado, lo efímero—, la arquitectura deja de ser objeto para convertirse en conversación y en experiencia emocionante.
Nos vemos en la próxima carta,
Diana Maján – Hexágono Blanco
Qué buena crónica :)
Gracias por el resumen y la reflexión, Diana. Da gusto poder “visitar” tantos proyectos en tan poco tiempo a través de tus posts.